sábado, 29 de septiembre de 2007

Limpieza de sangre - Arturo Pérez Reverte


En éste, el segundo tomo de Las aventuras del Capitán Alatriste, el joven Íñigo Balboa cae en poder de la Inquisición. La trama es fácil de deducir para quienes leyeron el primer volúmen: en esta ocasión, Diego Alatriste, con ayuda de Quevedo y del conde de Guadalmedina, debe rescatar al valiente mozuelo, ese ahijado que la vida y la muerte pusieron en su camino para demostrarle que incluso un soldado curtido por innumerables guerras tiene un costado vulnerable.
El delicioso Pérez Reverte me ayudó a ampliar mi vocabulario: desde que lo leo, utilizo a diario palabras como ardite, higa, hidalgo y pardiez. Y descubrí que esas peleas de intelectos que hacen que los escritores parezcan vedettes viene, al menos, desde la época de Quevedo y Góngora.
Copio un párrafo de Limpieza de sangre, para que vean vuestras mercedes:
"... aunque todos los hombres somos capaces de lo bueno y de lo malo, los peores son aquellos que, cuando administran el mal, lo hacen amparándose en la autoridad de otros... y si terribles son quienes dicen actuar en nombre de una autoridad, una jerarquía o una patria, mucho peores son quienes se estiman justificados por cualquier dios... porque en las cárceles secretas de Toledo pude aprender, casi a costa de mi vida, que nada hay más despreciable ni peligroso que un malvado que cada noche se va a dormir con la conciencia tranquila... y aún resulta peor cuando se actúa como exégeta de una sola palabra, sea del Talmud, la Biblia, el Alcorán o cualquier otro escrito... desconfíen siempre vuestras mercedes de quien es lector de un solo libro...".